viernes, 22 de junio de 2018

El mejor amigo de la mujer es la memoria selectiva

Como decía Allende:

Memoria selectiva para recordar lo bueno, 
prudencia lógica para no arruinar el presente, 
y optimismo desafiante para encarar el futuro.


lunes, 9 de abril de 2018

Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro

Eso es lo que dice un proverbio budista. Admito que la primera vez que lo oí era muy joven y empecé a buscar a mi alrededor ancianos con aspecto de sabios y típica mirada profunda de quién ha vivido mucho y tiene cosas que enseñar. Durante mucho tiempo, imaginé que un día llegaría a mi vida alguien así y me diría las palabras que necesitaba escuchar para activar algo en mí que desencadenara algo. Ser feliz, sentirme bien conmigo misma y tenerlo todo bajo control. Confieso también que una parte de mí creía que controlarlo todo me ofrecía muchas posibilidades de conseguir la felicidad, porque el control era perfección y la perfección, pensaba yo, me hacía sentir segura y la seguridad era lo más parecido a la felicidad que yo conocía. Ahora ya sé que no, pero como pasa en todo, cuando llevas años y años estableciendo mecanismos internos, el camino de vuelta para cambiar esas creencias es difícil. Estamos en ello.


El caso es que encontré algunos profesores y mentores que me inspiraron. Buenos amigos y grandes personas. Algunos de ellos sabían más que yo de todo, estaban más curtidos en la vida. Pasé siglos, al menos eso me parecieron, buscando anclas para no dejarme llevar, para no perderme, y barandillas en las que sujetarme y no ir a la deriva. Durante años busqué puntos de apoyo donde sujetarme para soportar el vértigo. Hasta que me di cuenta. Buscaba maestros y había tenido mil. No les había visto. Pasaban ante mí y yo era incapaz de darme cuenta de que cada día, si tienes la actitud necesaria, la mente abierta y los ojos hambrientos, se aprende algo. Cualquiera puede ser un maestro.

En la vida encontramos muchos maestros. Muchos. Uno por cada miedo que nos atenaza. Por cada riesgo que no queremos correr. Por cada fantasma del pasado que preferimos ignorar. Por cada pasión que renunciamos a vivir. Cada maestro viene a ponernos a prueba por algo distinto. A veces, es difícil reconocerlos porque van disfrazados y están ocultos. Un maestro es cualquier persona que nos ayuda a crecer, aunque sea a patadas. Pueden ser personas desagradables, tóxicas e incluso menos evolucionados emocionalmente de lo que nos gustaría. El maestro que esperas puedes encontrarlo el niño o en un anciano. Puede darte la lección que necesitas con una sonrisa y un arrumaco o con un empujón al vacío. Puede que sepa que te ayuda y lo desee. Puede incluso, estos son los que más cuesta de distinguir, que desee hacerte daño y lo consiga. Hay maestros que aspiran a ser amigos y maestros que aspiran a ser verdugos. Y todos nos traen una lección. A veces, esa lección es saber cambiar de dirección a tiempo.

Un maestro es alguien que ha leído cien libros o alguien que no ha leído ninguno. El más cortés o el más impertinente. El más dulce y el más ácido. Hay maestros que tienen como misión ponerte las cosas más fáciles y otros que han venido a ponértelas difíciles o casi imposibles. Hay maestros que vienen a sacarnos de quicio, maestros que vienen a revelarnos alguna gran verdad, maestros que nos regalan su indiferencia. A veces, hay maestros que nos vienen a descubrir lo que queremos y no sabemos. O mostrarte en lo que no quieres convertirte. Algunos maestros son modelos positivos y otros modelos negativos de una forma de vida que no queremos emular.

Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro. Cuando tienes la capacidad de ver y entender lo que ese maestro viene a mostrarte, aparece. Cuando quieres andar, encuentras el camino. A veces, el maestro te muestra un camino que no va a ninguna parte porque en realidad lo que necesitabas era el tiempo del trayecto para pensar. O quién sabe si encontrar un compañero de andadura en quien confiar.

Cada persona que conocemos es un maestro en potencia. Hay maestros de risa, de llanto, de valentía, de miedo. Hay maestros que se llevan una parte de ti cuando descubres qué lección han venido a darte. Hay maestros que vienen a ti para que aprendas a perdonar y maestros que te golpean donde más duele para que aprendas a esquivar sin dejar de confiar. Ellos no lo saben, no tienen ni idea de que son tus maestros porque a su vez ellos están aprendiendo algo de ti. Hay maestros a los que desearías no haber conocido nunca. Aunque eso sería el error.

Para aceptar su enseñanza y alcanzar la moraleja que traen consigo debes hacer un ejercicio interior que te hace evolucionar. Para darle la vuelta a la situación y descubrir qué podemos aprender de cada momento y de cada persona que se cruza en nuestro camino. Al final, que un cretino se convierta en un maestro depende más de ti que de él. Es duro, pero, como decía Ewan Mcgregor en una de sus grandes pelis, cuanto más difícil es algo, mayor es la recompensa que te espera al final. 




Si todo fuera perfecto, si no hubiera conflicto, nada crecería en nosotros, ¿no?.

Tal vez..., tal vez no sea que el maestro aparece cuando el discípulo esté preparado. 
Tal vez es que sólo cuando está preparado es capaz de reconocerlo y aprender la lección.



martes, 25 de abril de 2017

a 2.141 kms de -

Me pregunto si la distancia es saber valorar un café con tu gente. Con los de siempre. O una cerveza al sol. Si es echar de menos pequeños detalles y anécdotas que estando cerca de los tuyos no extrañarías tanto. Si es saber a qué sabe un abrazo de bienvenida, aunque sólo sea por unos días. Y que ese sabor se convierta en tu favorito.
O si es que las despedidas se conviertan en el sabor más amargo que jamás probaste.
La distancia es acaso plantarle cara al mundo un día, hacer las maletas e irse. O es quizá no saber muy bien lo que haces hasta que pasan unos meses. Y cuando empiezas a ser consciente de la decisión que tomaste, seguir adelante. Sí. Sin duda. Porque la distancia es eso, arriesgarse. Tener valor. Jugársela sin estar seguro nunca. Tener un pie en un sitio y otro en el otro. Es muchas veces tener una lucha interior entre tus sueños y tus sentimientos.
La distancia es tener días en que deseas poder teletransportarte, incluso más que cuando eras pequeña. Y confiar en que, algún día -sin saber cuándo, ni cómo- sea posible. Porque aunque tu cabeza te diga que es imposible, las ganas pueden más que otra cosa.
La distancia son las sorpresas y los detalles. Son las notas de voz eternas, la diferencia horaria, los cumpleaños por Skype y los mil “te echo de menos” por whatsapp. Es acordarse de otra persona al ver o escuchar cualquier cosa, y no poder evitar enviárselo. La distancia es asumir que eres la amiga que nunca está, la novia que no te puede abrazar al momento que necesites , y que tu madre tenga que asumir que eres su hija invisible, que eso cuesta un poquito más…

La distancia es aprender a vivir por uno mismo, a simplemente ser. Es pasar días muy malos y días muy buenos. Días de querer dejarlo todo y días de querer quedarse ahí para siempre. Es sentirse completamente solo y de golpe darse cuenta de que tu gente está ahí, aunque sea lejos. Y aprender que eso significa que NUNCA estarás solo, porque a veces el corazón va donde la voz no llega.


Porque la distancia separa cuerpos, no mentes. 

Que de 365 días, necesito a los míos 366.   


domingo, 23 de abril de 2017

Sentimientos encontrados

Reconozco que a veces me he sentido pérdida, ridícula, e incluso pequeña. Pero también satisfecha, contenta, tranquila y orgullosa de mi misma. Y sobre todo, feliz. Me he llevado grandes decepciones. Pero a ellas siempre hay que tenerlas en cuenta, a las decepciones. Ayudan. Tienen su parte positiva. Son útiles para esculpir aquello que nos sobra y aprender aquello que, a posteriori, nos hará falta .

Yo, que siempre me he guiado por mis impulsos racionales..., (suena contradictorio...pero, no)... Unas veces me ha salido bien y otras no tan bien. Aunque siempre he tratado de hacer lo mejor y lo que creía más conveniente en cada momento.


Dejar la vergüenza, el qué dirán o mi pequeña (gran) obsesión con el futuro, cuesta mucho. Pero no hay nada peor que la sensación de quedarte con las ganas de haber hecho algo, o mejor dicho, de arrepentirte de no haberlo hecho. Los "y si..." que no hiciste en un pasado rondan después en la cabeza y pueden hasta llegar a hacer pupa. Es lo que tiene el no poder cambiar el pasado. O no hasta que consiga el diario de Ashton Kutcher usaba en la peli El efecto mariposa con el que podía regresar al pasado y cambiar las cosas..


Pero, de momento, soy consciente de que nadie sabe cuánto tiempo tiene o qué nos depara el futuro. Entonces..., ¿de qué sirve preocuparnos?, ¿a qué viene los malos ratos?. Tenga lo que tenga en mente, lo haré. Si algo me ilusiona no dejaré que nada me eche para atrás. Si tengo algo que decir, lo diré Aunque tenga que recurrir al tópico pero no ello menos certero "algún día vamos a morir igual". Parece tontería, pero párate a pensarlo un poco. Asusta...de lo cierto que es. Y motiva a exprimir los días y no guardar nada en el tintero.


Lo cierto es que cuando era más joven me sentía de alguna manera eterna y ajena a cualquier preocupación pesada. Quedaba muy lejos ese momento de pensar en cosas de mayores tipo sacar una familia adelante, ser abuelo o abuela...etc. Nada ni nadie a mi alrededor iba a cambiar, todo sería etéreo, no?. Ingenua..

Ridículamente tendemos a pensar que nuestra vida será así siempre. Cuando ni siquiera todos llegaremos a ver corretear a nuestros nietos por el típico jardín de casa que siempre hemos soñado. Lejos de ser pesimista, tampoco nos vamos a engañar. Es ser realista.

Disfrutar del momento. Es simple, sólo tres palabras; fácil de pronunciar. Pero si realmente tratas de llevarla a cabo, verás que tiene una cara un tanto complicada. Sólo si aparcamos las superficialidades, olvidamos el resto del mundo y nos centramos en nosotros mismos, en lo que queremos... Sólo entones nos saldremos con la nuestra y seremos imparables.


No soy la voz de la sabiduría ni de la experiencia. Bueno, quizá de la experiencia un poco, pero sé que nada comparado con todo lo que me queda por aprender y vivir.


Y, sé que seguramente me daré con un canto en los dientes tropecientas veces más. Seguramente habrá más noches de las malas, seguramente me sentiré a veces la persona más estúpida del mundo por haberlo hecho. Pero en ningún caso seré ni la primera ni última alma decepcionada. Así que, a pesar de todo y siendo muy consciente, seguiré dando el 100% de mi en las cosas que quiera.

No hay que pasar desapercibidos por la vida de alguien que signifique mucho para nosotros (como dice la canción "de vez en cuando suéltale un te quiero" ) pero tampoco hay que forzar aquellas en las que no significamos tanto como creíamos o queríamos.

Porque no hay nada más reconfortante que tener la conciencia tranquila. No hay nada más gratificante que hacer todo aquello que tenías pensando, Y sobre todo, no hay nada más bonito que disfrutar, después de tanta duda e indecisión, del resultado de ser fiel a uno mismo/a. 






lunes, 15 de agosto de 2016

Chequia

" Moverte y avanzar no es lo mismo. En ocasiones para avanzar hay que quedarse en el mismo sitio. En ocasiones para avanzar hay que desandar parte del camino. En ocasiones para avanzar hay que dar vueltas en círculo... Habrá quien te diga: "es por aquí", habrá quien te meta prisa e intente tirar de ti. Pero no confundas moverte con avanzar porque moverte es simplemente cambiar de lugar, avanzar en cambio es conocerte y quererte más. Cuando estés listo, avanza. "




lunes, 11 de julio de 2016

Redes "sociales"

Antes de que existieran las redes sociales, éramos personas sociales. Antes, nuestro tiempo pertenecía a la gente que queríamos y valorábamos. Y además escribíamos cartas. Nuestro tiempo era dedicado a alguien sin ser interrumpido y saturado por otras conversaciones o noticias que interrumpen el momento maravilloso que compartes con alguien. Echo de menos esas relaciones. Echo de menos las sonrisas, las dedicatorias y los cuentos que intercambiábamos cada día. Y es cierto, sí, estoy nostálgica. He abierto las cajas de pandora de mi armario y he visto fuegos artificiales de vivencias, experiencias y sentimientos fugaces y duraderos. He tocado cartas, postales, regalos, notas, fotos, historias infinitas… ¿Dónde ha quedado este mundo? 
Y lo que es más importante, ¿cómo puedo recuperarlo?

Ciao zona de confort



He hecho algo inusual en nuestros tiempos. Renuncié a mi trabajo y, contra todo pronóstico, sigo viva. De hecho, estoy bien , nunca me había sentido con tanta energía y me parece que eso es bueno. 
Creo que la mayor parte de eso que llamamos presión social puede resumirse en una pregunta cotidiana: “¿En qué trabajas?, ¿Para quién o en dónde?” El mundo no está preparado para escuchar la respuesta de “haciendo realidad un sueño, un proyecto personal”, “estoy creando una serie fotográfica de lo que la gente pisa con la suela de sus zapatos”, o “toco el Ukelele”.
No. El mundo no está preparado para escuchar que tenéis escrita una lista de objetivos idealistas, aunque sean específicos, medibles, alcanzables, aunque tengan sentido y significado; y que además estés tratando de tachar punto por punto de esta lista. El mundo además cree que esa es la opción fácil, cuando en realidad cuesta y cuesta desde adentro porque la verdad es que para ese mundo, es más fácil complicar que simplificar.

Me cuesta creer que haya gente de mi edad que sigue soñando con jubilarse para dedicarse a aquello para lo que nació cuando tenga prescripción médica para enfermedades derivadas del estrés de toda una vida y por fin libere la hipoteca de una casa llena de cosas inútiles que no podrá llevarse a la tumba. ¿Por qué seguimos viviendo como si fuera a haber tiempo siempre? (una vieja pregunta).

Ayer por ejemplo estuve caminando por el centro y curiosamente en diferentes momentos, me encontré con tres amigos. Todos de escalas socioeconómicas diferentes (así nos miden ¿no?). Eran las 5:30 pm y los tres estaban devastados, ojos rojos, lentos, torpes. No eran lo que yo he conocido de ellos. Por supuesto me hicieron espejo, me vi a mi misma hace días, secándome.

Cuando estamos ocupados nos volvemos estúpidos, estoy convencida de que las mejores ideas, proyectos y la mejor versión de nosotros mismos surge cuando nos regalamos tiempo… y esto es raro porque nacemos con tiempo pero malvendemos las horas de nuestra vida a empresas y a proyectos en los que no creemos y cuyos valores no compartimos.
Todos los días leo posts, tuits o converso con amigos y me convenzo de que resulta extremedamente complicado obtener éxito/felicidad/satisfacción o que nos vaya bien, haciendo algo que no amamos. Yo creo que no hemos venido a este mundo a hacer cosas que odiamos a cambio de unos cuantos euros, sería pedirle demasiado poco a la vida. Tampoco es justo dejar de hacer algo que amamos por dinero y para ello hay que estar muy conectado con los pocos deseos, deben ser pocos,
 que nos son esenciales.

(Ahora parezco Coelho… perdón, es lo que me atraviesa en este momento y este es mi blog).

¿Y esto cómo para qué o por qué?  Para vivir. El dinero llegará como consecuencia, como valor o señal de que  le estamos  aportando algo al mundo o a la sociedad a la que elijamos pertenecer. Esto hasta el más racional lo sabe, el dinero fluye y como se va, vuelve. Después de todo el dinero es, lo que hagamos con él. Algunos aún sueñan con acumularlo… yo creo que en ese sentido, es más importante la vocación que el dinero.


Me quedo con esa frase que le escuché a Pepe Mujica, uno va haciendo suyas algunas frases, “Cuando tú compras con plata, no compras con plata, compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para ganar esa plata”,… hay que escuchar a los sabios.